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El deterioro cognitivo que conlleva la enfermedad de alzhéimer acabará por neutralizar nuestra autonomía personal o la de nuestros familiares. Por eso es conveniente dejar previsto con anterioridad las instrucciones básicas para nuestro cuidado o la gestión de nuestro patrimonio. Lo adecuado es delegar nuestra voluntad en algún documento con validez jurídica cuando aparecen los primeros síntomas o incluso antes. Existen varias herramientas jurídicas para formalizar nuestra delegación de voluntad. El testamento vital es la más conocida y nos permite decidir con anticipación a qué tratamientos terapéuticos no queremos someternos en una situación sanitaria crítica. También podemos designar a un interlocutor para que interaccione con el equipo médico que nos atiende. Los poderes generales preventivos nos permiten designar a una o varias personas para que represente nuestros intereses cuando llegue el momento adecuado. La autocuratela es un documento para identificar qué personas o instituciones queremos que gestionen nuestros asuntos patrimoniales o de otra naturaleza. Un notario nos asesorará de las herramientas jurídicas a nuestro alcance.

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